Antes que nada, debes saber que T-HUB es la morada de los hubbits, increíbles seres innovadores. Si aún no sabes nada de ellos, te recomiendo leer este artículo sobre ellos.


Teodoro Huberto es uno de esos hubbits que habitan en T-HUB. Sin embargo, tiene un espíritu aventurero además de filántropo. Por lo que se pasea por los terrenos de Ciudad Juárez visitando las minas industriales de los topos de la región.


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Nuestra fábula comienza cuando, en uno de sus muchos recorridos, Teodoro se encuentra a su amigo Jorge Gabriel, un topo trabajador y enérgico que es dueño de una mina.

Teodoro observa cómo Jorge Gabriel va de izquierda a derecha, vociferando a sus empleados.


“¡Busquen bien, busquen bien! ¡Ánimo!, debe estar cerca, rasquen a profundidad”.


Teodoro se acerca a Jorge y le pregunta por qué el escándalo. Éste le responde que tienen un cristal transparente en su mina. Teodoro abre la boca con obvia sorpresa. Ahora entiende todo el borlote.

Tal vez no lo sepas, pero los cristales transparentes son problemas que se cristalizan en hermosos minerales en lo profundo de las minas de los topos. Sin embargo, son transparentes y se esconden muy adentro de la Tierra, por lo que es muy difícil encontrarlos.

¿Entonces cómo saben que hay uno en la mina de Jorge? Estos cristales afectan el comportamiento de los topos, comienzan a actuar raro, se molestan con facilidad y algunos incluso deciden irse para nunca regresar. Y era justo así como se comportaban los topos que trabajaban en la mina de Jorge.

“Con sus pequeñas pezuñas jamás podrán excavar lo suficientemente profundo para encontrar el cristal transparente”, le comentó Teodoro al topo Jorge

“¿Y qué quieres que haga? ¿Que me tire a llorar? Estos topos tienen familias y dependen de mí… ¡Yo dependo de esto!” Contestó Jorge levantando las pezuñas al cielo.

Teodoro notó que la exposición al cristal había empezado a afectar el humor de su amigo topo, por lo que decidió retirarse para pensar con mayor claridad.


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Mientras Teodoro caminaba bajo el sol de mediodía, decidió sentarse debajo de un árbol con una sombra invitante a pensar al respecto. Al pasar un rato ahí sentado, notó que una serpiente estaba enredada en una rama, mirando el panorama, donde se apreciaba al alborotado del topo Jorge.

“Buena tarde, don Sergio”.

“Qué tal, don Teodoro. Pude ver que intentaste ayudar al terco de Jorge, el topo”.

“Sí,” respondió Teodoro con una exhalación triste. “He visto tantas minas de topos trabajadores desaparecer cuando aparece un cristal transparente”.

“¡Ah!” Exclamó la serpiente, “deliciosos cristales transparentes”.

“Es cierto”, se dijo casi a sí mismo Teodoro, “tú comes esos cristales”.

La serpiente asintió con la cabeza mientras sacaba la lengua, saboreando lo que estaba situado en lo profundo de la mina de Jorge.

La serpiente le contó a Teodoro que sabía cómo realizar una excavadora enorme que podría encontrar el cristal en cuestión de horas, pero no tenía las manos ni los materiales para realizarlo. Teodoro le pidió a la serpiente que le ayudara a su amigo Jorge, quien claramente estaba perdiendo la cabeza.

“¿Y qué ganaría yo con eso, don Teodoro?”

Fue entonces cuando el hámster de la innovación en el cerebro de Teodoro dio vueltas como loco y se le ocurrió una gran idea. Le ofreció a la serpiente comercializar su máquina a cambio de la mitad de todos los cristales encontrados con ella.

La serpiente aceptó.


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Después de crear los planos con la dirección de la serpiente Sergio y con la ayuda de las capaces manos de los hubbits, Teodoro construyó la máquina necesaria para excavar.

Jorge estaba sorprendido. Jamás había visto una herramienta como ésa. A Teodoro no le gustaba abusar de la buena bondad de sus compañeros hubbits y quería pagarles el favor. Así que le ofreció al topo encontrar su cristal a cambio de la mitad de éste para la serpiente y una comisión por el trabajo de sus hubbits.

El topo Jorge accedió, ya que notaba la sanidad de sus empleados decaer tanto que quedaban pocos leales y temía quedarse sin nada.

Después de unas horas de cavar, no sólo encontraron uno, sino tres cristales. La serpiente estaba enredándose de emoción por todo el árbol al ver cómo brillaban con la luz del sol. Teodoro estaba genuinamente sorprendido de haber encontrado tantos y Jorge saltaba de emoción.


Esperamos que hayas sacado varias reflexiones de esta milenaria fábula, todas las soluciones pueden ser encontradas trabajando en equipo y ahondando lo suficiente.


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